Aspirar y espirar conforman un ejercicio mecánico que mezclándose con un gramo de alma se convierten en un suspiro. Esa es la diferencia entre las personas que sólo respiran y las personas que suspiramos.
Las personas
que suspiramos lo hacemos porque añadimos un gramo de alma a nuestra acción
mecánica de respirar.
Con ese
gramo de alma, la respiración se transforma en una aspiración profunda seguida de una espiración que se
transforma en alivio, en deseo, en tristeza, en alegría, en amor, en esperanza,
en actitud.
La gente que
sólo respira no tiene capacidad de medir el tiempo. Para la gente que
suspiramos, cada suspiro equivale a un segundo de nuestras vidas, somos conscientes
de que entre suspiro y suspiro existe un segundo que ha servido para algo. Para
alegrarnos, aliviarnos, esperanzarnos, desearnos, enamorarnos.
Suspiramos
una vez por segundo que equivale a 60 suspiros por minutos los cuales se convierten
en 3600 suspiros en una hora. Si hacemos las equivalencias, en un día
suspiramos 86.400 veces que al año hacen 31.556.926 suspiros. Estos
repetidamente en 31 años hacen un total de 978.264.705 suspiros. Todos estos
suspiros juntos hacen ser lo que somos.
Somos el
número de suspiros entre la nada y la nada.
Para los que
suspiramos, cada suspiro es un gramo de alma, un gramo de sentido a la vida. Los que suspiramos damos color a la vida, la
amamos profundamente por el sólo hecho de valorar el gran esfuerzo que nos
cuesta generar gramos de alma.
En ese
esfuerzo a veces nos dejamos la propia vida por el sencillo objetivo de seguir amándola,
de seguir acariciándola, o de seguir palpándola.
La gente que
respira no ostentan a darle el valor necesario al tiempo del que disponen, sólo
lo consumen, lo ven pasar desde la distancia.
Las personas
que suspiramos no sólo nos volvemos locos en mirar de cerca al tiempo, sino que a su vez lo retamos, lo
miramos a los ojos. A veces incluso lo subestimamos.
Al final de
todo nos definimos por la manera de suspirar, de medir cada instante de nuestra
vida y ello hace que nos preocupemos porque no se desborden nuestros segundos.
Hay quienes
se dedican a dejarnos sin esas sensaciones que conforman el alma, hay quienes
compran los olores, los amores, nuestras tristezas, nuestras esperanzas o
nuestras alegrías. Ellos o ellas no merecen ningún suspiro.
Los que
suspiramos luchamos por generar alma, nos manifestamos por el derecho al tiempo
y reivindicamos el disfrute de la vida.
Si el tiempo
son suspiros y el suspiro es vida ¿Por qué los que respiran no riegan sus vidas
con alma?
Quizás la
vendieron sin saberlo.
Gracias por
no dejar que vendiera la mía.
Gracias por
hacerme suspirar todavía.
"La
vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan
sin aliento".