sábado, 6 de abril de 2013

LA PRIMAVERA DEBE DE SER SIEMPRE.


         En esta fecha del año todo parece revolverse, los colores alcanzan sus brillos más intensos, los campos empiezan a florecer, el mar empieza a calmarse, las emociones nos remueven el estómago, los sentimientos se intensifican y las hormonas se nos disparan. Todo vuelve a nacer. Es como si renaciéramos todos los años,  conscientes de que iremos marchitando y en un periodo de nueve meses volveremos a nacer.

El propio Vivaldi al componer  su obra; “Las Cuatro Estaciones”;  tenia por escrito la descripción de la primavera adaptada a los tiempos de su música, el  nuevo nacimiento de cada año. Es  difícil escapar al magnetismo de esta música alegre y pegadiza que nos atrapa y envuelve desde el primer acorde. Esta obra nos evoca en efecto la alegría por la llegada del buen tiempo. En ella se puede oír el canto de los pájaros, el murmullo de los arroyos alborotados por el viento, los truenos  y relámpagos  que anuncian la inminente tormenta, y de nuevo el canto de los pájaros cuando ésta por fin se aleja.

La primavera augura alegría, es un acondicionador para facilitar las relaciones sociales, es una excusa para salir a la calle, nos excita y nos motiva, genera empatía y todo mezclado la convierte en un fusil.

La primavera es la carcelera de las grandes pasiones, es la que secuestra y a su vez libera los grandes amores. Nadie puede negar, que los amores,  son manantial de vida.

Hace un año  le escuche decir a Antonio Roldán, ex alcalde de mi pueblo, la siguiente frase:

“La primavera es pensar en la vida”.

Cuando pronunció esta reflexión estábamos en un contexto de dolor porque nos estábamos despidiendo de un amigo en común: José Antonio Ureba,  “El Zurdo”. La despedida fue previa a finales del invierno pasado,  Antonio decía que el espíritu rebelde y revolucionario del zurdo nos tenía que embargar para afrontar la primavera, es decir, para afrontar el futuro de este mundo, que como diría Galeano se encuentra “chambón y jodido”.

La primavera es pensar en la vida por ese arte de que todo renace, como la serpiente que muda su piel, o como el ave que cambia su destino. No hay primavera que se resigne a ningún  invierno marchito,  ni  ningún invierno que no se suicide ante una primavera brillante.

Hablar de la primavera es hablar de la vida porque es hablar de futuro, de lo que va a renacer. Yo diría como Fernando Pessoa:

…Pero la primavera ni siquiera es una cosa:
Es una manera de decir.
Ni mismas las flores vuelven, o las hojas verdes.
Hay nuevas flores, nuevas hojas verdes.
Hay otros días suaves.
Nada vuelve, nada se repite, porque todo es real.

         Yo pienso que al final es eso, una manera de decir las cosas. Es una actitud ante nuestras circunstancias, es una forma de enfrentar la vida, de esquivar obstáculos. Es aprendizaje, constancia y movimiento.

La primavera es una manera de decir las cosas porque es el resultado de un proceso natural pero también político. ¿Es si acaso la primavera sola  un 14 de Abril, un 1 de Mayo o un 15 de Mayo? Pues no, no lo es, porque su manera de medir  es cada momento de nuestra vida, es el  resultado de que toda persona  nace en primavera.

 Estoy seguro de  que no volverán las flores ni las hojas verdes de la misma manera, que no volverán las mismas ideas reales de las cosas, ni los mismos sentimientos y emociones que han sido marchitados, como tampoco volverán los mismos salvadores o salvadoras.

Nosotros y nosotras somos nuestros propios salvadores, cada primavera nos convertimos en salvadores de nosotras y de nosotros mismos. Hay que ser consciente de que ella se pinta de verde. La primavera debe de ser siempre.

“Podrán cortar  todas las flores pero no podrán detener  la primavera”
(Pablo Neruda).

A mi amor…